El sector agropecuario peruano en 1992: evaluación y recomendaciones para su desarrollo
Abstract
La actividad agropecuaria en el Perú se encuentra estancada. Tal situación es resultado de las rigideces
estructurales de la economía peruana (mercados segmentados, ineficientes incluso inexistentes), de la
reducida importancia que el manejo económico le ha dado en las últimas décadas a este sector y,
fundamentalmente, de la poca adecuación de las políticas aplicadas en relación a las reales necesidades de
la agricultura.
Los programas de estabilización y de reformas estructurales que desde julio de 1990 se vienen aplicando
en la economía peruana han superado en alguna medida los problemas estructurales y han mejorado el nivel
de protección efectiva para la producción agropecuaria. Sin embargo, aún no se ha avanzado en áreas
primordiales, como garantizar la respuesta de la oferta agrícola mediante la recuperación de la frontera agraria
perdida, la mejora en la infraestructura vial y de mercados, y el fomento de la inversión en el sector; incorporar
al mercado a los agricultores desligados; y corregir las imperfecciones todavía presentes en las políticas de
desarrollo aplicadas en el sector.
El documento propone específicamente evitar las excepciones al sistema de precios libres, buscando
mecanismos más transparentes si se pretende proteger a ciertos cultivos; realizar inversiones que permitan
reducir los costos de comercialización; culminar cuanto antes el proceso de asignación de derechos de
propiedad, para que se pueda liberalizar eficientemente el mercado de tierras; fomentar el desarrollo de un
sistema financiero rural, que opere competitivamente; emprender proyectos de inversión pública de poca
envergadura pero que signifiquen un aumento sustantivo en el corto plazo de la productividad de las tierras
(electrificación rural, vías de comunicación, silos, pequeñas irrigaciones, recuperación de tierras con
problemas de drenaje y salinización); potenciar la transferencia de tecnologías adecuadas; regular el uso de
los recursos naturales, evitando la depredación; y realizar reformas institucionales que hagan del sector
público un agente propulsor del desarrollo agrario.